martes, 25 de noviembre de 2014

Los riesgos de la crítica religiosa.

Existe cierto consenso  en al ámbito social en referencia a la crítica o análisis de las creencias ajenas, principalmente en lo que respecta a la religión o creencias de carácter espiritual. Cierto es que en estos temas en particular, cualquier discusión parece tocar fibras mucho más sensibles que en las de cualquier otra materia, por lo que el debate religioso adquiere un carácter de tabú en cualquier mesa familiar, es de esas cosas de las que “no se habla”.


La pregunta es simple y digna un niño de 6 años de edad : ¿Porqué?...


¿Porqué entendemos que un buen debate puede ser constructivo en lo referente a cualquier otro tema, pero nó cuando se discute sobre religión? 
¿Cuál es la característica que hace que una opinión religiosa tenga una validez superior a una opinión de cualquier otro carácter para sus interlocutores?

Cuando hablamos de política, economía, deporte, cine o de lo que sea, posiblemente en algún punto de la charla puedan surgir diferencias de opinión.  En este punto es cuando las opiniones comienzan a deber cierta carga de validación, es decir, cuanto más se pueda validar una opinión, mayor será su impacto. La idea del debate en cualquier caso es justamente esa, la de poner en juego nuestras opiniones y confrontarlas con la validez de las opiniones ajenas. Si cualquiera afirma que un equipo X de fútbol es el mejor de su país, deberá demostrarlo, ya sea por estadística, por la dinámica de su  juego, o por lo que sea.  No importa cuál sea el nivel de fanatismo de quien esgrime el argumento, el fanatismo propio nunca puede válido para afirmar tal o cual premisa. La idea del intercambio de opiniones es superadora de la esfera de lo estrictamente personal, ya no sirve el sentimiento propio como fuente de argumentación. De aquí en más, el nivel de agresividad que tome la discusión será directamente proporcional  a la dureza craneal de quienes la lleven a cabo.

Ahora bien, es cierto que muchos de los sesgos cognitivos de la religión son comunes a cualquier otro tipo de opiniones (de hecho, la elección de un cuadro de fútbol en la mayoría de los casos es hereditaria, y sin embargo el fanatismo por los colores no parece mermar a lo largo de generaciones). La diferencia parece presentarse a la hora de prestar evidencia para demostrar cualquier punto. Aquí es donde el pensamiento religioso encuentra su mayor obstáculo, ya que al no ser suficientes las apreciaciones personales, entran en conflicto las creencias infundadas de unos con las creencias infundadas de otros. Es debatir sobre el aire conceptos que se definen a sí mismos dentro de sus propios sistemas, y como tales no resisten ningún análisis crítico. Al menos dentro de los sistemas lógicos que utilizamos en nuestra condición de seres humanos para sacar conclusiones.  La lógica dogmática quedaría por fuera del sentido común, de nuestro razonamiento básico, de la física, la biología, la historia, y cualquier otro corpus de conocimiento. Sin embargo, sus afirmaciones gozan de un status mayor, al punto de recomendar a los demás “no meterse con las creencias de otro”.

De aquí nos quedan dos opciones: o hacerlo, y entrar en el terreno de la discusión eterna, o dejar que cada uno piense en lo que sea que los haga felices.  Parecería lógico minimizar los riesgos  de la crítica religiosa, mirar para otro lado y punto.  Pero es, lisa y llanamente, un error.












 debemos preguntar, y argumentar, y debatir y mostrar las lagunas que presentan la opiniones ajenas, de haberlas. debemos contribuir con la cultura y el conocimiento, y nuestros años de experiencia nos han demostrado que contraponer ideas  puede ser una buena forma de identificar conclusiones erróneas. No es culpa de los ateos que los argumentos religiosos sean contradictorios, circulares o simplemente sinsentidos. Y es bueno que alguien logre apreciarlo. ¿No llegamos los ateos a serlo por medio de la reflexión acaso? Siempre es posible que alguien llegue a dudar de cualquier verdad infundada, siempre es posible que la duda despierte el interés. Una vez que la duda, el interés, el pensamiento crítico y la voluntad de superación se instalan en la mente de las personas, la humanidad suma un punto.  Así que los riesgos de la crítica religiosa siempre irán desmedro de aquel  que la profesa, sea cual sea su biblia, milagro o profeta. Por eso quienes se oponen suelen ser justamente aquellos que sostienen alguna creencia irracional. La idea es la de contribuir al conocimiento, la de aportar algo a nuestra especie. 

Las ideas pueden Y DEBEN ser debatidas, criticadas, analizadas y puestas en jaque  cada vez que sea necesario, sea cual fuera su origen. Eso es lo que determina nuestro desarrollo cultural. No importa cuál sea su grado de aceptación en términos sociales, en definitiva, la idea de la superioridad de una raza sobre otra tuvo un auge de popularidad bastante importante, y sin embargo podemos fácilmente descartarla como errónea y sin fundamentos. ¿O deberíamos dejar que cada uno crea lo que sea que los hagas felices, como por ejemplo, su superioridad racial, espiritual, etc.? 

Las ideas son fácilmente reproducibles, y no podemos determinar su alcance con exactitud. Cuando las ideas están erradas, encierran oscuros intereses o promueven valores obsoletos o peligrosos, es nuestro deber ponerlas al descubierto.  Cualquier becerro de lata puede ser destruido siempre que exista alguien con la valentía de desmentirlo.   

viernes, 24 de enero de 2014

El pensamiento mágico


A primeras oídas, y a quien no esté acostumbrado al léxico de este submundillo que damos en llamar escepticismo, la frase "pensamiento mágico" pudiera evocar imágenes dignas de una película de Disney. Suena a personajes coloridos volando en alfombras, sirenas,  brujas malvadas y gente cantando y bailando sin un motivo aparente. Crease o no, la definición encaja bastante bien con lo que intentaremos desanudar en los subsiguientes párrafos.

 

Pirámide mágica del poder con delfines mágicos bioenegéticos


Básicamente, el pensamiento mágico es una forma de razonamiento no lógico, con una alta dosis de subjetividad, y adornado con misticismo. En el caso de las creencias religiosas, podríamos considerarlo como el primer eslabón en su cadena de razonamiento. Sin la creencia en algún tipo de agente externo invisible que posee la capacidad de accionar sobre la realidad, más allá no solo de la ciencia sino de la causalidad misma, no podría existir ninguna religión (al menos, no en la forma en que las conocemos). De hecho, no sería difícil caracterizar cualquier credo como una forma de pensamiento mágico jerarquizado y mejor establecida en términos culturales.
Entonces, ¿da lo mismo la creencia en las cábalas o las supersticiones que la creencia en un dios creador del universo? Desde esta perspectiva no caben dudas de que sí. La diferencia está en su alcance. La superstición posee una respuesta más inmediata: si realizo un ritual x, espero un efecto y. Si derramo sal en la mesa, debo tirarla sobre mis hombros para evitar la mala suerte y ya. El ciclo de la superstición culmina en el momento de realizar el ritual.

Ahora, ¿qué sucede si aún habiendo realizado el ritual me ocurre alguna desgracia? la respuesta es simple: debo haber algún un error en el procedimiento. (Esto recuerda la historia de aquella tribu que todos los días realizaba la danza de la lluvia, y castigaba a los bailarines si no llovía, porque evidentemente habrían hecho algo mal).



Tabla de Bio-"algo" también energético 
Las cábalas y las supersticiones no son más que autoengaños llevados a cabo por quienes pretenden justificar acontecimientos en base a la creencia que mejor le quede. Y las creencias son muchas, y hasta a veces increíblemente contradictorias unas con otras. Pero por algún motivo, nuestro cerebro parecer permitir que existan este tipo de razonamientos ilógicos al margen de la realidad, e integrados en la cosmovisión de cada uno. Entonces una persona puede creer que su destino está predeterminado de acuerdo a como se movían los cuerpos celestes el día de su nacimiento, pero aún así ir al casino portando su amuleto de la suerte (aunque su suerte hubiera estado predeterminada). Y su horóscopo puede aconsejarle invertir dinero o no, depende cual sea la revista o astrólogo que estuviera consultando. Nunca cabe preguntarse quien interpreta a los astros, o cual es la conexión entre Marte, Júpiter y un "golpe de suerte". 


Ese vacío en la cadena de razonamiento es cubierto por algún agente mágico, llámesele energía o lo que sea, y su evidencia radica en el supuesto efecto. Algo se mueve en el espacio = mi suerte cambia. El porqué es un misterio en el que nadie repara. Y aunque los resultados y golpes de suerte puedan demostrarse estadísticamente dentro de lo esperable, la subjetividad lo puede más (ver sesgo de confirmación) Simplemente se reemplaza la casualidad por la causalidad, y la fórmula parece funcionar.

Así acciona el "amímefuncionismo": yo me curé la gripe tomando té de cáscaras de sandía. No me importa si no existe ninguna correlación entre el virus y la sandía, o si el virus remitió por medios naturales (como muchas veces es de esperarse): "a mí me funcionó". Mas allá de cualquier casualidad. Y si usted se curó la gripe al mismo tiempo, sin tomar té de cascaras de sandía  no importa, yo lo seguiré haciendo por las dudas.

Un divertidísimo ejercicio es comenzar a preguntar a los supersticiosos las correlaciones entre sus diferentes rituales. Es increíble notar su comodidad ante las más disparatadas contradicciones. Mi truco favorito es inventar rituales de lo más absurdos y afirmar su efectividad, utilizando el "a mí me funciona". Cuando me ofrecen curarme el mal de ojos, simplemente digo que yo lo contrarresto poniéndome un lápiz bajo la axila. Y esa respuesta, por más estúpida que parezca, posee la misma validez que cualquier otra, pues no necesita de ninguna evidencia. Y es igualmente indiscutible. 



Ya es más que redundante una analogía con las creencias religiosas en ese sentido. Las diferentes religiones se nutren del pensamiento mágico para mostrarse como verdaderas. E incluso no solo lo avalan, sino que además se muestran como una alternativa en algunos casos. Sin ir más lejos, aquí un fragmento del Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), basado en la bula "Summis desiderantes affectibus" del Papa Inocencio VIII:



 "Y así las mujeres, para provocar cambios en el cuerpo de otros, usan a veces ciertas cosas que van más allá de nuestro conocimiento" (...) "y porque esos remedios sean misteriosos no hay motivos para asignarles el poder del demonio, como lo asignaríamos a los encantamientos maléficos producidos por las brujas. Lo que es más, estas usan ciertas imágenes y algunos amuletos, que suelen colocar bajo los umbrales de las puertas de las casas, o en los prados" (...) "y de ese modo hechizan a sus víctimas, que muchas veces han muerto. Parecería que su influencia es proporcional a la que ejercen los astros sobre los cuerpos humanos..." etc, etc, etc.


 (Malleus Maleficarum)
El martillo de los brujos es uno de los tratados más completos sobre pensamiento mágico que he leído en mi vida, y también uno de los más disparatados. (Cabe aclarar que las bulas papales se consideran escritos infalibles, pues los papas los realizan bajo inspiración divina, por lo que aún tienen vigencia). Contempla la transformación de las brujas en gatos, para copular con el demonio en las noches, vuelos en escoba, granizos y sequías a voluntad, orgías con distintos demonios y animales y hasta engendros de tales prácticas reproductivas, a un nivel que ni Stanley Kubrick podría alcanzar ni el peor de sus viajes ácidos. Este tipo de razonamientos es, por más que muchos creyentes no estén informados, un requisito del catolicismo. Si pueden creer cualquiera de estos disparates, ¿Porqué no creer en un disparate de mayor jerarquía?



Ya sea con estampitas, con rosarios, con los calzones mágicos de los mormones, con agua bendita o por medio de un recitado en latín, todos los credos se basan en este tipo de creencias menores para sortear la dificultad más grande de su lógica: la evidencia. ¿Cuál es el alcance de una bendición? ¿Hasta qué distancia surte efecto? si un cura se aleja quince metros ¿todavía puede bendecir algo? ¿Y a veinte? ¿Y a doscientos? ¿Cuánto  puedo rebajar el agua bendita hasta que pierda su poder mágico? Si tomo agua bendita ¿produzco orina bendita? ¿O se me bendicen los riñones que la filtraron? preguntas demasiado complejas. 


Con respecto a los personajes coloridos bailando y cantando sin motivo, es cuestión de presenciar cualquier misa. Por lo demás, yo guardaré mi pequeño becerro de lata bajo la almohada y esperaré ganarme la lotería mañana. Hasta ahora no funcionó, es cuestión de que encuentre su posición correcta.