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viernes, 24 de enero de 2014

El pensamiento mágico


A primeras oídas, y a quien no esté acostumbrado al léxico de este submundillo que damos en llamar escepticismo, la frase "pensamiento mágico" pudiera evocar imágenes dignas de una película de Disney. Suena a personajes coloridos volando en alfombras, sirenas,  brujas malvadas y gente cantando y bailando sin un motivo aparente. Crease o no, la definición encaja bastante bien con lo que intentaremos desanudar en los subsiguientes párrafos.

 

Pirámide mágica del poder con delfines mágicos bioenegéticos


Básicamente, el pensamiento mágico es una forma de razonamiento no lógico, con una alta dosis de subjetividad, y adornado con misticismo. En el caso de las creencias religiosas, podríamos considerarlo como el primer eslabón en su cadena de razonamiento. Sin la creencia en algún tipo de agente externo invisible que posee la capacidad de accionar sobre la realidad, más allá no solo de la ciencia sino de la causalidad misma, no podría existir ninguna religión (al menos, no en la forma en que las conocemos). De hecho, no sería difícil caracterizar cualquier credo como una forma de pensamiento mágico jerarquizado y mejor establecida en términos culturales.
Entonces, ¿da lo mismo la creencia en las cábalas o las supersticiones que la creencia en un dios creador del universo? Desde esta perspectiva no caben dudas de que sí. La diferencia está en su alcance. La superstición posee una respuesta más inmediata: si realizo un ritual x, espero un efecto y. Si derramo sal en la mesa, debo tirarla sobre mis hombros para evitar la mala suerte y ya. El ciclo de la superstición culmina en el momento de realizar el ritual.

Ahora, ¿qué sucede si aún habiendo realizado el ritual me ocurre alguna desgracia? la respuesta es simple: debo haber algún un error en el procedimiento. (Esto recuerda la historia de aquella tribu que todos los días realizaba la danza de la lluvia, y castigaba a los bailarines si no llovía, porque evidentemente habrían hecho algo mal).



Tabla de Bio-"algo" también energético 
Las cábalas y las supersticiones no son más que autoengaños llevados a cabo por quienes pretenden justificar acontecimientos en base a la creencia que mejor le quede. Y las creencias son muchas, y hasta a veces increíblemente contradictorias unas con otras. Pero por algún motivo, nuestro cerebro parecer permitir que existan este tipo de razonamientos ilógicos al margen de la realidad, e integrados en la cosmovisión de cada uno. Entonces una persona puede creer que su destino está predeterminado de acuerdo a como se movían los cuerpos celestes el día de su nacimiento, pero aún así ir al casino portando su amuleto de la suerte (aunque su suerte hubiera estado predeterminada). Y su horóscopo puede aconsejarle invertir dinero o no, depende cual sea la revista o astrólogo que estuviera consultando. Nunca cabe preguntarse quien interpreta a los astros, o cual es la conexión entre Marte, Júpiter y un "golpe de suerte". 


Ese vacío en la cadena de razonamiento es cubierto por algún agente mágico, llámesele energía o lo que sea, y su evidencia radica en el supuesto efecto. Algo se mueve en el espacio = mi suerte cambia. El porqué es un misterio en el que nadie repara. Y aunque los resultados y golpes de suerte puedan demostrarse estadísticamente dentro de lo esperable, la subjetividad lo puede más (ver sesgo de confirmación) Simplemente se reemplaza la casualidad por la causalidad, y la fórmula parece funcionar.

Así acciona el "amímefuncionismo": yo me curé la gripe tomando té de cáscaras de sandía. No me importa si no existe ninguna correlación entre el virus y la sandía, o si el virus remitió por medios naturales (como muchas veces es de esperarse): "a mí me funcionó". Mas allá de cualquier casualidad. Y si usted se curó la gripe al mismo tiempo, sin tomar té de cascaras de sandía  no importa, yo lo seguiré haciendo por las dudas.

Un divertidísimo ejercicio es comenzar a preguntar a los supersticiosos las correlaciones entre sus diferentes rituales. Es increíble notar su comodidad ante las más disparatadas contradicciones. Mi truco favorito es inventar rituales de lo más absurdos y afirmar su efectividad, utilizando el "a mí me funciona". Cuando me ofrecen curarme el mal de ojos, simplemente digo que yo lo contrarresto poniéndome un lápiz bajo la axila. Y esa respuesta, por más estúpida que parezca, posee la misma validez que cualquier otra, pues no necesita de ninguna evidencia. Y es igualmente indiscutible. 



Ya es más que redundante una analogía con las creencias religiosas en ese sentido. Las diferentes religiones se nutren del pensamiento mágico para mostrarse como verdaderas. E incluso no solo lo avalan, sino que además se muestran como una alternativa en algunos casos. Sin ir más lejos, aquí un fragmento del Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), basado en la bula "Summis desiderantes affectibus" del Papa Inocencio VIII:



 "Y así las mujeres, para provocar cambios en el cuerpo de otros, usan a veces ciertas cosas que van más allá de nuestro conocimiento" (...) "y porque esos remedios sean misteriosos no hay motivos para asignarles el poder del demonio, como lo asignaríamos a los encantamientos maléficos producidos por las brujas. Lo que es más, estas usan ciertas imágenes y algunos amuletos, que suelen colocar bajo los umbrales de las puertas de las casas, o en los prados" (...) "y de ese modo hechizan a sus víctimas, que muchas veces han muerto. Parecería que su influencia es proporcional a la que ejercen los astros sobre los cuerpos humanos..." etc, etc, etc.


 (Malleus Maleficarum)
El martillo de los brujos es uno de los tratados más completos sobre pensamiento mágico que he leído en mi vida, y también uno de los más disparatados. (Cabe aclarar que las bulas papales se consideran escritos infalibles, pues los papas los realizan bajo inspiración divina, por lo que aún tienen vigencia). Contempla la transformación de las brujas en gatos, para copular con el demonio en las noches, vuelos en escoba, granizos y sequías a voluntad, orgías con distintos demonios y animales y hasta engendros de tales prácticas reproductivas, a un nivel que ni Stanley Kubrick podría alcanzar ni el peor de sus viajes ácidos. Este tipo de razonamientos es, por más que muchos creyentes no estén informados, un requisito del catolicismo. Si pueden creer cualquiera de estos disparates, ¿Porqué no creer en un disparate de mayor jerarquía?



Ya sea con estampitas, con rosarios, con los calzones mágicos de los mormones, con agua bendita o por medio de un recitado en latín, todos los credos se basan en este tipo de creencias menores para sortear la dificultad más grande de su lógica: la evidencia. ¿Cuál es el alcance de una bendición? ¿Hasta qué distancia surte efecto? si un cura se aleja quince metros ¿todavía puede bendecir algo? ¿Y a veinte? ¿Y a doscientos? ¿Cuánto  puedo rebajar el agua bendita hasta que pierda su poder mágico? Si tomo agua bendita ¿produzco orina bendita? ¿O se me bendicen los riñones que la filtraron? preguntas demasiado complejas. 


Con respecto a los personajes coloridos bailando y cantando sin motivo, es cuestión de presenciar cualquier misa. Por lo demás, yo guardaré mi pequeño becerro de lata bajo la almohada y esperaré ganarme la lotería mañana. Hasta ahora no funcionó, es cuestión de que encuentre su posición correcta.