viernes, 20 de septiembre de 2013

Los diez mandamientos razonados


Moisés, becerros y revelaciones.

Todos los conocemos. Son una tradición cristiana cuyo objetivo es el de trascender el ámbito de lo estrictamente religioso. Pretenden ser un  bien para la humanidad, la revelación de dios para que sepamos como transitar nuestras vidas para llegar sanos y salvos (aunque muertos) al paraíso. Son la piedra fundacional de todo un sistema de creencias  que ha conquistado el mundo. Un dogma que, aún diversificado a extremos casi ridículos, adopta este decálogo en su totalidad. Son la fuente de justicia y moralidad genuina, de inspiración, la palabra de dios, etc. Pero ¿Qué tan originales y transcendentes son en realidad?


El relato bíblico nos cuenta que fueron escritos por Yahvé  personalmente, en un período  de cuarenta días (lo omnipotente no quita lo prolijo, evidentemente) y entregados a Moisés en el monte Sinaí, en una ceremonia privada a la que solo él podía asistir.  Así lo cuentan al menos dos capítulos del Pentateuco (Deuteronomio y Éxodo), con algunas discrepancias. En realidad, no quedan perfectamente claro que sean solo diez, pues algunos parecen similares a otros. Es el problema de interpretar pasajes de distintas fuentes. De hecho, si  tomásemos en cuenta todas las disposiciones de los levíticos, que cumplen la misma función reveladora, los mandamientos aumentarían a cientos  (muchos de los levíticos están orientados mas bien a  la función de los sacerdotes, aunque también se alude a la población en general, sobre todo lo relacionado a su dieta y al correcto proceder de las ofrendas)

Moisés y el becerro de oro
Asumamos que al menos diez de estas disposiciones son claramente distinguibles del resto y son las que figuran en las primeras tablas, (o en las segundas; Moisés subió dos veces al monte: no queda muy claro si las primeras eran también diez, o si eran similares a las segundas).
Moisés regresa con las tablas, y para su sorpresa, se encuentra con que el resto de lo israelitas, incluyendo su hermano Aarón, habían comenzado un nuevo culto. Los israelitas estaban adorando la imagen de cierto animal (guiño), una deidad conocida de pueblos vecinos. La falta de fe en Yahvé hizo enfurecer a Moisés, por lo que partió ambas tablas sobre el ídolo en un ataque de ira. No queda muy claro el porqué los israelitas reemplazaron tan rápido a Yahvé, pues en tan solo cuarenta días ya tenían un nuevo dios, encarnado en un becerro. (Este episodio con becerros no es el único en toda la mitología cristiana.) . En fin, con un Moisés aún enojado, dios volvió a comunicarse para concertar otra entrevista. De allí saldría la nueva revelación de dios, que de nuevo, vía Moisés, ofrecería a los israelitas una serie de reglas a seguir para alcanzar la plenitud de la humanidad, o más bien del pueblo de Israel, ya que Yahvé era su dios particular, diferente del resto de los dioses de comunidades vecinas . 
La nueva reglamentación incluiría la oportuna regla de no adorar imágenes falsos dioses ni fundir ídolos en metal.   

La tradición cristiana y las diferentes interpretaciones de los pasajes clave en estos capítulos, Deuteronomio y Éxodo, depuraron la lista de derechos y prohibiciones hasta arribar a la lista definitiva de mandamientos divinos. Hoy en día, la interpretación del decálogo comparte un parecido notable entre el judaísmo y el cristianismo en general, aunque adaptado a las tradiciones particulares de cada credo.

Vamos a tomar como ejemplo la lista que se enseña en el catecismo, con la que tengo mayor familiaridad. Aunque creo que todos, creyentes o no, deben haberla oído al menos una vez, pues todos tenemos una tía o familiar siempre dispuesto a revelarnos la palabra de su dios, cualquiera que sea este. Aquí una divertida muestra de como quedó la lista depurada de los mandamientos:


* Nótese que las fichas pueden ser impresas y recortadas para que ud. juegue con sus niños mientras les transfiere todas sus creencias, no importa que tan irracionales sean : los niños creen todo. 

Hasta aquí, el relato bíblico. Uno podría pensar que antes de la revelación la humanidad no tendría este sistema de creencias, por lo que matar o no matar, mentir, o fornicar (cometer actos impuros) no habrían tenido ninguna consecuencia moral, y cada uno hubiese elegido hacerlo o no sin problemas. Es difícil pensar como una sociedad pudo haber sobrevivido hasta la época de Moisés sin una base moral de estas características. Ahora, ¿son estas reglas tan importantes para mantener estables a las sociedades? o en otras palabras ¿que tanto las sociedades dependen de la "revelación" para sobrevivir? ¿Son los mandamientos realmente "morales", o tan solo otra forma de adoctrinamiento muy enraizada en la cultura? 

En las siguientes entradas analizaremos cada una de estas dispocisiones desde una  perspectiva ajena a la religión. ¿Podrán los mandamientos resistir un análisis crítico?¿ o no serán mas que un becerro de lata?





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